La actividad avícola es de las más dinámicas del mundo. El reto es mantener las mejores condiciones ambientales, alimentación y procesamiento, para garantizar el bienestar de los pollos y el manejo correcto del producto final.
Un manual impulsado por el gobierno mexicano recomienda, por ejemplo, que las unidades de producción deben propiciar su aislamiento sanitario, estando alejadas por lo menos tres kilómetros entre una y otra, destinadas a minimizar la contaminación física, química o microbiológica.
Las entradas de los criaderos deben garantizar seguridad para los pollos, evitando el acceso de otros animales, así como de personal no autorizado. La ropa utilizada para el manejo dentro de las instalaciones nunca deberá salir de las mismas, así como tampoco el calzado.
El alimento y el agua que se le proporciona a los pollos de engorde deben estar certificados y potables, así como garantizar el buen manejo de los fármacos en las unidades producción, utilizando solo productos veterinarios para uso en aves.
La bioseguridad es otro aspecto importante para el mejor manejo tanto de las unidades de producción, como del producto final. Su objetivo es reducir la entrada, salida, transmisión y diseminación de agentes patógenos en las granjas. Se recomienda limpieza y desinfección de casetas, tinacos, cisternas y todo lo que se utilicen el manejo y alimentación de las aves.
Una vez obtenido el producto final, hay que extremar el orden y la higiene en el embalaje. Asimismo, organizar el traslado de las piezas, respetando la cadena de frío y la correcta manipulación hasta que llegue al consumidor final.
Con información de http://www.una.org.mx/images/yootheme/Documentos/Manuales/MANUALBPPPOLLODEENGORDA.pdf